Menuda
se ha montado hace poco en Madrid porque el
Comisionado de la Memoria Histórica ha propuesto sustituir el nombre
de la Calle
del General Millán Astray
por el de Avenida
de la Inteligencia.
Como respuesta, una
plataforma de legionarios veteranos calificó la decisión de felonía
y canallada, y convocó una concentración para que el ayuntamiento
de la capital no le quite la calle a Millán Astray, el que fue
fundador de la Legión y alto cargo franquista.
Atentos a
los términos que utiliza la plataforma de legionarios para calificar
la decisión del cambio de nombre; fijémonos bien porque reflejan la
imagen de quienes los utilizan.
Felonía,
según el DLE, antes DRAE, es “deslealtad, traición, acción fea”.
Canallada
es, según la misma obra, “acción o dicho propios de un canalla”.
¡A dónde vamos a parar,
pensarán los caballeros legionarios —novios de la muerte, su más
leal compañera— que acusan a Carmena de
revanchista al querer aplicar la Ley de Memoria Histórica y quitar,
consecuentemente, el nombre de Millán Astray del callejero de
Madrid!
Y, ¡claro!, el
PP del
distrito de Latina, con “su” buena intención, trata
de mediar para solucionar el problema, y solicita
mantener el nombre del exgeneral,
sugiriendo que se
puede cambiar por el más
completo de Calle
del Fundador de la Legión Española, Millán Astray.
¡Buen
arreglo!
Recordemos que José
Millán-Astray y Terreros
—no queremos entrar en detalles, pero hay mucho que decir— fue un
militar del bando de los golpistas del 36 y maestro ejemplar para
Franco. Y recordemos también, y esa es la esencia de este artículo,
que el fundador de la legión tuvo un encontronazo con don
Miguel de Unamuno,
un choque del que les voy a dejar aquí una referencia para que se
hagan una mejor idea de qué tipo de individuo estamos hablando.
“¡Abajo la inteligencia!
¡Viva la muerte!”
le gritó Millán-Astray a Unamuno en el celebérrimo altercado que
mantuvieron ambos el 12 de octubre de 1936 en el paraninfo de la
Universidad de
Salamanca, en una
ceremonia con diversas personalidades franquistas (el obispo, el
gobernador civil, la mujer de Franco...) con motivo de la celebración
del Día de la Raza (aniversario del descubrimiento de América),
que, después, con Franco, sería Fiesta de la Hispanidad, y ahora,
Fiesta Nacional.
Vean a continuación cómo cuenta
el famoso encontronazo el historiador hispanista inglés Hugh
Thomas (las negritas
son mías):
[...]
[Miguel de Unamuno] Como rector de la Universidad de Salamanca, se
encontró al principio de la guerra civil en territorio nacionalista.
Todavía el 15 de Septiembre, continuaba apoyando el movimiento
nacionalista en su “lucha por la civilización contra la tiranía”.
Pero el 12 de Octubre había cambiado. En esta fecha, día de la
Fiesta de la Raza, se celebró una gran ceremonia en el paraninfo de
la Universidad de Salamanca. Estaba presente el obispo de Salamanca,
se encontraba allí el gobernador civil. Asistía la señora de
Franco. Y también el general Millán Astray. En la presidencia
estaba Unamuno, rector de la Universidad. Después de las
formalidades iniciales, Millán Astray atacó violentamente a
Cataluña y a las provincias vascas, describiéndolas como “cánceres
en el cuerpo de la nación. El fascismo, que es el sanador de España,
sabrá como exterminarlas, cortando en la carne viva, como un
decidido cirujano libre de falsos sentimentalismos”. Desde el fondo
del paraninfo, una voz gritó el lema de Millán Astray: “Viva la
muerte”. Millán Astray dio a continuación los habituales gritos
excitadores del pueblo: “¡España!”, gritó. Automáticamente,
cierto número de personas contestaron: “Una”. “¡España!”,
volvió a gritar Millán Astray. “¡Grande!”, replicó su
auditorio, todavía algo remiso. Y al grito final de “¡España!”
de Millán Astray, contestaron sus seguidores “¡Libre!”. Algunos
falangistas, con sus camisas azules, saludaron con el saludo fascista
al inevitable retrato sepia de Franco que colgaba de la pared sobre
la silla presidencial. Todos los ojos estaban fijos en Unamuno, que
se levantó lentamente y dijo: “Estáis esperando mis palabras. Me
conocéis bien, y sabéis que soy incapaz de permanecer en silencio.
A veces, quedarse callado equivale a mentir. Porque el silencio puede
ser interpretado como aquiescencia. Quiero hacer algunos comentarios
al discurso –por llamarlo de algún modo– del general Millán
Astray que se encuentra entre nosotros. Dejaré de lado la ofensa
personal que supone su repentina explosión contra vascos y
catalanes. Yo mismo, como sabéis, nací en Bilbao. El obispo –y
aquí Unamuno señaló al tembloroso prelado que se encontraba a su
lado– lo quiera o no lo quiera, es catalán, nacido en Barcelona”.
Se detuvo. En la sala se había extendido un temeroso silencio. Jamás
se había pronunciado discurso similar en la España nacionalista.
¿Qué iría a decir a continuación el rector? “Pero ahora –continuó Unamuno– acabo de oír el necrófilo e insensato grito,
“Viva la muerte”. Y yo, que he pasado mi vida componiendo
paradojas que excitaban la ira de algunos que no las comprendían, he
de deciros, como experto en la materia, que esta ridícula paradoja
me parece repelente. El general Millán Astray es un inválido. No es
preciso que digamos esto con un tono más bajo. Es un inválido de
guerra. También lo fue Cervantes. Pero desgraciadamente en España
hay actualmente demasiados mutilados. Y, si Dios no nos ayuda, pronto
habrá muchísimos más. Me atormenta el pensar que el general Millán
Astray pudiera dictar las normas de la psicología de la masa. Un
mutilado que carezca de la grandeza espiritual de Cervantes, es de
esperar que encuentre un terrible alivio viendo cómo se multiplican
los mutilados a su alrededor”. En este momento, Millán
Astray no se pudo detener por más tiempo, y gritó:
“¡Abajo
la inteligencia! ¡Viva la muerte!”,
clamoreado por los falangistas. Pero Unamuno
continuó: “Este es el templo de la inteligencia. Y yo soy su sumo
sacerdote. Estáis profanando su sagrado recinto.
Venceréis
porque tenéis sobrada fuerza bruta. Pero no convenceréis. Para
convencer hay que persuadir. Y para persuadir necesitaréis algo que
os falta: razón y derecho en la lucha. Me parece inútil el pediros
que penséis en España.
He
dicho”.
Siguió una larga pausa. Luego, con un valiente gesto, el catedrático
de derecho canónico salió a un lado de Unamuno, y la señora de
Franco al otro. Pero esta fue la última clase de Unamuno. En
adelante, el rector permaneció arrestado en su domicilio. Sin duda
hubiera sido encarcelado, si los nacionalistas no hubieran temido las
consecuencias de tal hecho. Unamuno moría con el corazón roto de
pena el último día de 1936.” [...]
(Hugh
Thomas
(1967): La
guerra civil española,
Ruedo ibérico, págs. 400-401).
Aunque
superficialmente, la anécdota es muy conocida, pero no lo son tanto las
circunstancias y detalles que nos cuenta Thomas. Así que ahora ya
tenemos más datos para valorar a Millán Astray, a don Miguel de
Unamuno y para saber de qué va el guiño madrileño de sustituir el
nombre de la Calle
del General Millán Astray
por
el de Avenida
de la Inteligencia.
Hola Pepe,
ResponderEliminarEnhorabuena por tu excelente blog. Me gustaría mucho poder adquirir tu temario, así como también tu propuesta de musicalización de textos. Cómo puedo ponerme en contacto contigo?
Hola, Anónimo:
EliminarMe hubiera gustado conocer tu identidad y que, para contactar contigo, me hubieras proporcionado un número de teléfono o una dirección de correo.
Gracias por tu comentario sobre el blog.
Respecto a lo que me dices sobre la adquisición de temario y propuesta de musicalización de textos, siento no poder proporcionártelos yo directamente. El temario fue editado pero no puesto a la venta: lo he ido actualizando y ofreciendo a mis alumnos durante mis años de ayuda en la preparación de oposiciones. El artículo “Propuesta metodológica para la musicalización de textos” fue publicado en la revista Música y Educación, Nº 32, Diciembre de 1997; no creo que te sea muy difícil localizarlo. Actualmente, temario y artículo son utilizados por Marcos Martínez en la Escuela de Preparación de Opositores (EPO), en Murcia. Si estás interesado puedes contactar con ellos: creo que merece la pena.
Un saludo.