SECCIONES

viernes, 31 de enero de 2025

¿¡Facilidad!?

En una tertulia de radio escuchó decir hace ya tiempo que el oficio de escribir (recuerda muy bien que quien hablaba dijo «oficio») consiste en corregir, corregir y… corregir; y a eso se atiene ahora que, ya jubilado, dedica buena parte de su tiempo a escribir, pues lo emplea sobre todo en corregir, corregir y corregir; y cuando considera que lo escrito está ya bastante corregido, deja transcurrir un tiempo prudencial (si su impaciencia se lo permite) y vuelve de nuevo a corregir, corregir y… corregir.

Aun así, no faltan, entre sus lectores, quienes le dicen que tiene un don, y otros que le sugieren: oye, «tú que tienes facilidad», ¿por qué no escribes sobre esto o sobre aquello, o sobre tal o cual personaje?

Y piensa: «¿¡Un don!? ¿¡Facilidad!?».

 

viernes, 24 de enero de 2025

Tu propio entendimiento

Me viene a la memoria de vez en cuando una reflexión en defensa de la libertad de pensamiento que le leí, hace ya muchos años, a Bertrand Russell (si mal no recuerdo, fue en Por qué no soy cristiano, el primer título que disfruté de él), una aseveración en la que, en lugar de ateo o agnóstico o anti cualquier cosa, decía el filósofo que prefería autocalificarse de «librepensador», lo que, ya entonces, provocó mi admiración, al entender que con dicho vocablo quería indicar su independencia doctrinal de cualesquiera corrientes de pensamiento de todo tipo, de cualesquiera ideas procedentes de distintas maneras de pensar que a todos nos pueden colonizar, y nos colonizan, con mayor o menor facilidad y rapidez, dependiendo para ello de nuestra información y, sobre todo, de nuestra formación (y, como ya he dicho en alguna ocasión, cuando uso el término «formación» no estoy pensando en títulos académicos, por importantes que estos sean, que lo son).

Ya entonces me gustó mucho el término «librepensador» y, desde aquella primera lectura hasta ahora, yo también, en situaciones varias, me lo he atribuido en algunas ocasiones, queriendo indicar con ello… pues… eso: mi deseo —el logro es otra cosa— de autonomía en el pensamiento, sin por ello dejar de aspirar a saber, lo más fiable y profundamente posible (por supuesto que siempre desde mi pretendidamente razonable punto de vista), todo aquello que se conoce de las cuestiones que más me interesan.

Lo escrito en los párrafos anteriores me lo ha traído a la memoria una frase de Immanuel Kant que leí no hace mucho (Rojo, José Andrés: «Kant, la invitación a la crítica», El País, 09-08-2024) y que también me gusta, una oración que dice «¡Ten valor de servirte de tu propio entendimiento!».

Para mí, el enunciado kantiano viene a defender algo parecido, si no lo mismo, que lo que sostuvo posteriormente Bertrand Russell al autocalificarse de «librepensador», destacando en ambos casos la importancia de la autonomía individual, el valor de ser independiente, de que cada cual se sirva de su criterio personal, la importancia de ser libre para pensar, al margen (no digo que desconectado y por ello desinformado, sino todo lo contrario: muy bien, muy fiable y documentalmente informado) del conocimiento que le llegue, de aquí y de allá, de un medio de comunicación u otro, y siendo siempre consciente de que nadie es totalmente inmune a la falsedad y a la maldad de alguna información de entre las que recibe cotidianamente, admitiendo, además, en mi caso —aunque creo que se puede generalizar—, mi mayor indefensión ante aquellas que me llegan a través de los que considero mis medios de comunicación favoritos, los que valoro como más honestos y fiables, y que, por ello, me ofrecen mayor credibilidad. Es por eso que insisto, una y otra vez, en investigar con profundidad, en comprobar con sistema, en contrastar con insistencia, en confirmar siempre… lo que, de uno y otro lado, me llega; y así una vez, y otra, y otra: mi naturaleza me lo impone.

 

viernes, 17 de enero de 2025

El que pueda hacer, que haga

Han pasado los días de Navidad: comida excesiva incluso tratando de llevar cuidado; sobre todo, demasiados dulces. Hace un buen día, soleado, sin viento, buena temperatura... A media mañana salgo a comprar el pan que, como acostumbro, he encargado a primera hora por teléfono, y a pasear y tomar el sol, no a andar enérgicamente, que es lo que suelo hacer a diario para mantenerme en forma lo mejor que puedo.

Me encuentro por la calle, inesperadamente, con Mariano (ya lo he traído aquí en alguna ocasión), un hombre algo más joven que yo, formado, informado, culto. Nos saludamos y, poco después, como no tenemos prisa, decidimos sentarnos en la terraza de un bar y echar un rato de charla.

Así que nos dirigimos al lugar acordado, donde, ya sentados, en primer lugar, intercambiamos —reciprocidad de obligado cumplimiento en este tipo de encuentros— información sobre la salud, un asunto de primerísimo orden cuando se tiene ya una cierta edad. Después, tratamos de otros temas, y vamos saltando de uno a otro, sin orden ni concierto, según nos van viniendo a la cabeza: desde el aumento de las pensiones —los dos somos pensionistas— y la idea de reunirnos de nuevo en la tertulia que tenemos abandonada ya unos años —desde los de la Covid—, hasta la actualidad política internacional (concretamente del reciente auge de la extrema derecha en distintos países) y nacional —la local queda al margen—: gobierno, oposición, jueces…

Y hay un momento en que, comentando la situación nacional más reciente, me dice (lo entrecomillo, aunque puede que él no utilizara exactamente estas mismas palabras): «¿Sabes dónde veo yo el origen del acoso que sufre el gobierno actualmente por parte de la derecha, de la ultraderecha y de algunos jueces y medios de comunicación?: en lo que dijo Aznar, sí, en aquello de que el que pueda hacer que haga».

Le digo que me parece una buena reflexión, coherente, y decido —esto lo pienso, pero no lo digo— buscar, en cuanto tenga un rato y me acuerde, lo que dijo Aznar, para conocerlo mejor, completo si puede ser; así que, a la vuelta de recoger el pan, ya tranquilo en mi estudio, próxima la hora de la comida, busco, y pronto encuentro, lo que, entre otras cosas, dijo José María Aznar en noviembre de 2023:

«El que pueda hablar, que hable; el que pueda hacer, que haga; el que pueda aportar, que aporte; el que se pueda mover, que se mueva. Cada uno en su responsabilidad tiene que ser consciente de la situación de crisis en la que estamos». (Riverola, Emma: «El que pueda hacer, que haga», La Opinión de Murcia, 14-01-2025).

También dijo, y supongo que esto lo hizo para no dejar resquicio alguno a la duda, a la vacilación, que «la inhibición no tiene hueco».

¿Es o no es una arenga en toda regla?