Algunos amigos, cuando leen los artículos que
publico en Abonico sobre aquellos ya tan lejanos años de mi infancia
y de mi juventud, me dicen que tengo muy buena memoria. Yo, sin embargo, creo
que no, que mi memoria es de lo más normal, y que, cuando uno se pone a
escribir, en realidad no se trata de eso, de tener buena memoria (que también,
pues facilita mucho la tarea), sino de elaborar el relato con los restos del
naufragio de la misma que, con los años, quedan en tu cabeza.
Muchas veces, las imágenes de los recuerdos que
trato en mis escritos llegan a mí facilitadas por la lectura de algún libro, o
por la visión de alguna película, o por lo que veo o escucho decir a alguien…
El
día de la primera comunión, a David le regalaron un proyector NIC. Con la
manivela ante una doble lámpara, hacía pasar un rollo de papel translúcido cuyo
movimiento proyectaba los dibujos de Walt Disney sobre una sábana extendida
entre el aparador y la Santa Cena de la pared del comedor. (Vicent, Manuel: Ava en la noche.
Madrid: Alfaguara, 2020, pág. 23).
Cuando leí este fragmento del
texto de Vicent, me vino inmediatamente a la cabeza que yo, de niño, por
aquellos mismos años que refleja la novela, también tuve un proyector igual que
el de su personaje protagonista, una «máquina de cine» decíamos entonces: una
NIC; y los detalles de la misma acudieron con fluidez a mi cabeza: el color, de
una tonalidad pálida entre azul y verde; las películas, unos rollos de papel
vegetal con ilustraciones que, al girar la manivela, pasaban por delante del
receptáculo que contenía la bombilla; el tamaño tan pequeño de la manivela; la
sábana donde se veían reflejadas las imágenes; la oscuridad necesaria para la
proyección…; hasta me vino a la memoria el que en una ocasión hicimos una
sesión de cine en casa de unos vecinos y llegamos a cobrar entrada a los niños
del barrio que quisieron disfrutar de nuestra máquina.
Como guinda, he encontrado en internet imágenes de
aquel modelo de máquina NIC, las he observado detenidamente y he podido comprobar
la casi total fidelidad de mis recuerdos en cada uno de los detalles que aún permanecen
en mi memoria.
Otras veces, sin embargo, los recuerdos no
llegan tan nítidos como me ha ocurrido con la máquina de cine NIC, por lo que
hay que ponerse mano a la obra y desarrollar la idea como mejor se puede,
tapando huecos, limando asperezas, planchando arrugas, reconciliando
incoherencias, disimulando impurezas… según intereses y conveniencias de los
que uno no es en todo momento consciente del todo.