Le preguntan hace poco en la radio al
historiador Henry Kamen si piensa, como algunos otros, que lo que ha faltado
aquí en España es una buena guillotina (aludiendo, supongo, a lo ocurrido en la
Francia revolucionaria de 1789), y ello me recuerda que, en Luces de bohemia,
Valle-Inclán pone en boca del protagonista ciego de la obra, Max Estrella, que
«hay que establecer la guillotina eléctrica en la Puerta del Sol», y que dice
esto respondiendo a un personaje secundario, un preso con el que comparte celda
que le acaba de decir: «En España el trabajo y la inteligencia siempre se han
visto menospreciados. Aquí todo lo manda el dinero».
Escena sexta
El calabozo. Sótano mal
alumbrado por una candileja. En la sombra se mueve el bulto de un hombre. —Blusa, tapabocas y alpargatas.— Pasea hablando solo.
Repentinamente se abre la puerta. MAX ESTRELLA, empujado y trompicando,
rueda al fondo del calabozo. Se cierra de golpe la puerta.
[...]
EL PRESO: ¡Buenas noches!
MAX: ¿No estoy solo?
EL PRESO: Así parece.
MAX: ¿Quién eres, compañero?
EL PRESO: Un paria.
MAX: ¿Catalán?
EL PRESO: De todas partes.
MAX: ¡Paria!… Solamente los obreros
catalanes aguijan su rebeldía con ese denigrante epíteto. Paria, en bocas como
la tuya, es una espuela. Pronto llegará vuestra hora.
EL PRESO: Tiene usted luces que
no todos tienen. Barcelona alimenta una hoguera de odio, soy obrero barcelonés,
y a orgullo lo tengo.
MAX: ¿Eres anarquista?
EL PRESO: Soy lo que me han hecho
las Leyes.
MAX: Pertenecemos a la misma Iglesia.
EL PRESO: Usted lleva chalina.
MAX: ¡El dogal de la más horrible
servidumbre! Me lo arrancaré, para que hablemos.
EL PRESO: Usted no es proletario.
MAX: Yo soy el dolor de un mal sueño.
EL PRESO: Parece usted hombre de
luces. Su hablar es como de otros tiempos.
MAX: Yo soy un poeta ciego.
EL PRESO: ¡No es pequeña
desgracia!… En España el trabajo y la inteligencia siempre se han visto
menospreciados. Aquí todo lo manda el dinero.
MAX: Hay que establecer la guillotina
eléctrica en la Puerta del Sol.
EL PRESO: No basta. El ideal
revolucionario tiene que ser la destrucción de la riqueza, como en Rusia. No es
suficiente la degollación de todos los ricos. Siempre aparecerá un heredero, y
aun cuando se suprima la herencia, no podrá evitarse que los despojados
conspiren para recobrarla. Hay que hacer imposible el orden anterior, y eso
sólo se consigue destruyendo la riqueza. Barcelona industrial tiene que
hundirse para renacer de sus escombros con otro concepto de la propiedad y del
trabajo. En Europa, el patrono de más negra entraña es el catalán, y no digo
del mundo porque existen las Colonias Españolas de América. ¡Barcelona
solamente se salva pereciendo!
[...]
(Valle-Inclán,
Ramón del: Luces de bohemia. Edición de Mauro Armiño. Madrid: Edaf,
2017, págs. 115-117).
Si mal no recuerdo, vi Luces de
bohemia en los primeros años setenta, en el Teatro Romea de Murcia,
interpretada por dos grandes de la escena: José María Rodero, como Max Estrella,
y Agustín González como Don Latino. Un lujo.