Esto
que quiero contar ahora ocurrió hace ya quince años. Fue un día en el que los maestros del último colegio en que estuve desempeñando
mis labores docentes salimos a comer a un lugar especial, solo conocido
entonces por el guía del grupo: Blas.
El restaurante —así lo llamaremos— era una cueva con dos pequeñas dependencias
abovedadas donde el dueño, previo encargo —tenía poco espacio—, nos sirvió un
buen arroz con conejo que pudimos disfrutar en un ambiente único.
No vaya
a creerse que es tan fácil organizar exitosamente una «comida de trabajo» si
además se pretende de interés culinario, pedagógico, cultural y terapéutico,
todo a un tiempo. Obsérvese, si no, el grupo de sabios (amplios conocimientos
matemáticos, geográficos, literarios, artísticos...) al que hubo que recurrir
para garantizar el éxito de la planificación del acto que requiere hoy nuestra
atención, ya digo: culinario, pedagógico, cultural y terapéutico.
Y no es tan fácil la organización porque no solo
se trata de comer, que eso sí sería sencillo de organizar; hay que programar
también alguna visita de interés y/o alguna parada en el recorrido, algo que
merezca la pena culturalmente, como por ejemplo el alto en el camino que
muestra la foto que viene a
continuación, en el que Blas, alma mater
del grupo —pater,
perdón—, nos habla del relieve, concretamente, de la orogénesis y la morfología
de la zona.
Tras
esta primera muestra de interés cultural, vayan ahora otras del valor culinario
—y terapéutico, importante también— de este acto. He aquí, pues, unas
instantáneas del lugar, de la comida y del ambiente que allí se respiraba, para
que se puedan apreciar reflejados esos saludables valores que acabo de
destacar.
Comida y servicio.
Comida y servicio.
Ambiente
lúdico, relajado...
...sereno,
reflexivo...
Y, de nuevo, ¡cómo no!, la presencia
—constante, diría yo— de la cultura. En la siguiente foto, imagínese de qué hablan los protagonistas que destacan en primer plano. Yo pienso que uno de
ellos pregunta al otro por el estilo artístico de la fachada, mientras el segundo
reflexiona interiormente sobre lo cargao que va su compañero.
Al
final (todos a gusto, con la mente y el cuerpo armónicamente satisfechos), la
foto para la historia («historia» con minúscula, ¡ojo!).
Por mí y por todos mis compañeros.